agosto 18, 2007

Frontera

Y no encuentro la memoria comprimida
ni los pasos sulfatados
ni un camino convergente
ni tu voz ilusa.

No encuentro en tus ojos del cristal
las miradas que reprimen,
sólo lágrimas marchitas
que no saben del engaño
ni se cansan de un no miento,
sólo sabes si no encuentro
del respiro tanto en vano
sólo cuencas en mi angustia.

Si golpeo fuerte no me muevo,
si yo grito vasta
no me escuchas.

Las sombras de la pared no son las mías
y los alientos que te agitan no los tengo.

Tu boca irritante no me alcanza,
ese beso aplastado no me toca.

En el negro calma de tus flores
sintetizo el presente que me ausenta,
y la fragancia que no huelo enrojecen tus mejillas,
y tu templanza que ya no espero
no traspasa ese vidrio.

No me mires resignada
porque yo no me resigno.
No apagues las luces
porque aún te estoy mirando.

Fueron palcos los vestigios
fueron drama los apogeos.

Tengo miedo a cerrar los ojos de mi mente,
pero me asustas más tú,
si no te toco con las raíces absurdas que me abundarán.

Miedo.
Miedo si no rasguño la holganza de tu pecho,
porque sé que cobijará a otras penas cadenciosas,
porque sé que no será tu mano
la que me calle
será el silencio mismo
bastardo en el tejado
bastardo de mi tierra
bastardo que me quedas.

Sé que terminaré.
Tragando
la falta que me haces,
sé que terminaré tragando.
El tiempo que no tengo,
como sé que la tierra que detesto
me hará palpar el frío de tu noche.
El frío que ya no respiro,
porque el aire no sale de mi boca.
Porque ahogo mi último aliento en esta caja eterna.
Porque todo me ha dejado.


Javiera Moya Coloma--*

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